sexta-feira, 22 de julho de 2011

E_L___C_A_P_A_T_A_Z___(III)



 El día del capataz fue casi todo en función de la nueva visitante. Después del paseo a caballo, conociendo los rincones más bonitos de la estancia, donde todas las cosas provocaron la admiración de la señora, vino el almuerzo preparado con esmero por la vieja cocinera "Balbina", que sabía hacer el mejor arroz con espinazo de oveja de la redondeza. Después de la siesta, lo que hicieron fue sentarse debajo del cobertizo para esperar que el sol disminuyese un poco su fuerza para poder disfrutar de un baño de zanja.

  Y fue lo que hicieron al caer de la tarde, cuando el sol ya no castigaba tanto. La zanja es el lugar donde a los niños de la peonada les gusta jugar. El agua fresca corre entre dos hileras de arboles nativos y la arena blanca le daba un parecido de playa al lugar. Mientras la patrona expone su cuerpo moreno vestido apenas con un reducido biquini, el capataz, de lejos, alarga su mirada en dirección de aquella belleza agresiva que le provoca sueños que intenta apartar sin suceso.

 Ya es casi de noche cuando regresan a la casa. Y al llegar, las luces se encienden y la cena deberá ser servida en breve. El capataz saluda el patrón y, despues de preguntar si hay alguna recomendación, se aleja muy despacito "arrastrando las espuelas".

 El capataz refresca su cara con agua del tonel. Manda uno de los peones a desencillar las monturas y se dirige a su cuarto donde se tira en la cama y recuerda todo lo que sucedió en aquel día. Desea hasta la muerte del patrón, para que él pueda ocupar su lugar en la mesa grande la casa y en la cama matrimonial. Al mismo tiempo piensa que ni al menos llamó la atención de la patrona, que poca vezes le dirigió la palabra, aunque le pareció que lo miraba de reojo de vez en cuando. La madrugada estaba adentro cuando el capataz se despertó vestido y hasta con las botas que ensuciaban la punta de la colcha hecha de retazos.

 Aquellos días pasaron rápido, aunque el domingo fuese de poca lida. El capataz apenas anduvo medio sin rumbo por los diferentes lugares casi sin registar lo que hacía o donde estaba. De vez en cuando, iba hasta la casa del patrón con la disculpa de saber si él necesitaba de alguna información sobre la estancia. En esas ocasiones, de soslajo, demoraba su mirada en la joven y hasta se animó a preguntar si a ella le había gustado el lugar.

 El lunes, bien temprano, el capataz se despidió del patrón y de la señora, pero no se atrevió a preguntar si volverían la semana siguiente.

 Ellos volvieron. Y asi fue durante muchas semanas y meses, para alegria de Leôncio que, a cada visita, más se aproximaba de la joven, pasando a ser su acompañante permanente en sus andanzas por los recónditos lugares de la propiedad. Esto lo volvió más íntimo conocedor y merecedor, también, de las confidencias de la patrona. Supo que una infancia pobre la había colocado muy tempranamente en la lucha por la sobrevivencia y su suerte empezó a cambiar cuando fue a trabajar como empleada doméstica en la casa de su actual marido. Gracias a su belleza, no tardó mucho para que comenzase a frecuentar la cama del patrón y de ahí, fue apenas un paso para pasar a la condición de dueña de casa, mismo que hubiese una diferencia de casi cuarenta años entre los dos.

 Esa aproximación hizo que el capataz alimentase aún más sus sueños apasionados. A veces, se ve yendo a las ferias, junto con la patrona, con su mejor ropa dominguera y en su montura exhibiendo sus mejores arreos. En la platea hace lances dejando admiradas a las personas por su instinto para los negócios. Piensa en hacer capataz a Don Nicanor, el empleado más viejo y experiente de la estancia porque él, cuando sea patrón, no va más a ocuparse de los pequeños trabajos del campo. Va a tener que dedicarse a hacer los contactos que un buen negócio exige. Se queda pensando, si también va a experimentar manejar el cochazo y concluye que, con el tiempo, va aprender a manejarlo.

 En sus fantasias, el capataz piensa que una de las primeras providencias como nuevo dueño, sería mandar el "gringo" para el campo, junto con los otros caballos de servicio y pasar a usarlo en el trabajo, dejando su rosillo sólo para sus momentos de ocio.

 Por mucho tiempo la esperanza llenó la vida del capataz, alimentada por la amistad que crecia y la confianza que estimuló largas conversaciones entre los dos. El patrón dejó de acompañarlos en sus paseos por el campo, lo que hizo que Leôncio de a poco, se fuese deshinibiendo para tratar todo tipo de asuntos con la patrona, inclusive oyendo sus quejas en relación al tratamiento que recibia del marido. Nunca, a pesar de ello, el capataz fue más lejos que la ceremonia con la que se tratan patrón y empleado, ni mesmo llegaran a tutearse.

 Cierta mañana, en una llegada inesperada, la patrona viene solita en el coche ya conocido. El capataz, desconfiado por lo inusitado de la situación, deja sus quehaceres, y corre a recibir a la recién llegada, que se dirige a él, con una sonrisa en los labios:

 - Encilla el "gringo" para ti y la baya para mi y me acompaña. Vamos a dar una ojeada en mi propiedad. Ahora que mi marido murió, quiero hacer algunas mudanzas aqui.

 Por un momento, la sorpresa se estampó en el rostro del capataz. Luego, sin embargo, él dándole la espalda, abre una sonrisa esperanzosa y va rumbo al potrero, para cumprir las ordenes que recibió de la nueva dueña de la estancia.

Um comentário:

  1. José Alberto de Souza24 de julho de 2011 às 07:38

    Palavra que fiquei na dúvida se o capataz conseguiria seduzir a patroa, o que caracterizaria um desfecho machista. Mas ele acabou "quebrando a cara" e ela fez valer o investimento dos seus encantos, como sói acontecer na vida real de muitas madames mais preocupadas com o limite do cartão de crédito de seus pretendentes. Estou certo ou estou errado?

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